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lunes, 28 de abril de 2014

El color en el que pinta la vida.

Cuando el semáforo se pinte de esperanza,
avanzar pisando fuerte.

Y besarnos en mitad del paso de cebra,
y quedarnos a rayas mientras 18 segundos verdes
se hacen 2, como los que somos tú y yo.

Y sentir en un suspiro que el mundo se nos ha parado.

Y correr. Y sonreír.

Y agradecer la suerte de tenerte en ese preciso instante ante mí,
a ti y no a nadie más.

Es así como entiendo que poesía eres tú y tus besos
y no mis versos.

sábado, 26 de abril de 2014

Me gusta el teatro, pero solo cuando es sobre un escenario.

Lo ve reclinado sobre una silla contra la pared, tan tranquilo. Como si en su mente no se estuviera librando una batalla. Y se pregunta como puede hacer que nada siente el chico de verde.
Ella no le juzgaría si el dijera realmente lo que piensa de la vida y de sus formas de querer, porque ya aprendió que estas pueden darse hacia cualquier persona, animal, o lo que es peor, cosa. Así que no entiende como aguanta sus palabras y sus pensamientos, ocultos bajo ese manto de indiferencia y de falsas apariencias como pocos pueden hacerlo.
Él debería saber que pase lo que pase, sienta lo que sienta, seguiríamos dedicándole las mismas sonrisas, porque él seguiría siendo el mismo, aunque sus preferencias fueran distintas.

miércoles, 23 de abril de 2014

Cómo me echaba de menos a mí, cuando soy yo.


¿Lo último que supe de ella antes de que se fuera? qué me dejó noches y noches enteras de tan solo permanecer en vela.

Yo no iba a ningún lado, pero ella sí, y debía correr mucho porque el pulso se me aceleraba.

No buscaba salidas que pudieran liberarla pero tampoco sabría como encontrarlas. Solo corría en círculos sin darse cuenta, y tropezaba con la dura piedra que es el pasado una y otra vez.
Nunca supe exactamente que buscaba, si es que buscaba algo. Lo cierto es que no paraba y yo a cada vez sentía que sin hacer ningún movimiento, me asfixiaba, y lo hacía siempre a cada oscuridad que llegaba tras cada claro de luz del día que se desvanecía.

Y no sé como es que fue que pasó, pero desapareció sin más.

Sí, vale, es cierto, las pastillas pudieron haber hecho su trabajo, pero después de probar tantas mierdas llegué a la conclusión de que todas ellas hacen que tu mente olvide por unas horas lo que busca, pero nunca hacen que dejes de buscarlo.

 La cosa es, qué desde que no sé nada de ella, he vuelto a soñar. Qué ya vuelve a vivir en mí esa sonrisa tonta que se llena de felicidad sin necesidad de recibir grandes cosas.

Y dios, cómo echaba de menos todo esto. Cómo me echaba de menos a mí, cuando soy yo.

domingo, 20 de abril de 2014

Hay momentos que deberían permanecer eternos.

No es planeado, lo juro, no lo es. Son sólo dos miradas que se cruzan. Que ya se hablan sin hacer el esfuerzo de decirse nada y que antes de hacer retumbar sus cuerdas vocales, ya lo saben. Luego, cuando lo hacen, cuando se dirigen palabra, lo confirman. Ya que parece que todo lo que hablan concuerda, como si sus mentes formaran un puzzle de ideas de todo tipo que encajan al ser confesadas.

Y es bonito, muy bonito, cuando sientes que tienes ante ti una persona así. De esas que te hace sentir cuando te sostiene entre sus brazos que tu hogar está dónde esté ella, como si siempre le hubieras pertenecido. Inclusive, desde antes de conocerla. Porque antes de hacerlo, ya la imaginabas. Le ponías el interrogante en la cara, se la difuminabas, pero ya soñabas despierto con que ese alguien fuera tan como será y como te hará sentir quien tendrás delante.

Sabrás algún día de esa sensación, de sentir que nada más importa en el mundo mientras permanezca allí; preocupándose, haciéndote reír, acariciándote y mirándote como hasta entonces nadie lo habrá hecho nunca antes.  Y le devolverás esa atención junto a todas esas caricias (o más), y jugaréis a daros cariño, pero sin jugar.

Te advierto que cuando sientas sus labios a milímetros de los tuyos quizá, y puede que quizá, algo (no sé sabe aún qué exactamente) pueda acelerarte el pulso y descontrolar tu corazón. Entonces, una sensación parecida a los instantes previos a un paro cardíaco te consumirá, pero no te alejarás de lo que tienes delante aunque te desmayes.
Continuarás jugando al quiero y no sé si debo hasta que no aguantéis más y haya beso. Es ahí cuando el palpito se descontrolará aún más.
No sabrás explicar esa sensación, porque antes jamás, jamás la habías vivido.
Y te alegrará sentir que ahí sigue tu miocardio, sorprendido, porque justo dio con lo que buscaba en el momento exacto en el que se cansó de buscar. O algo incluso mejor, algo real.

Sentirás, cuando se den todos estos hechos, que un paro cardiaco en tal situación no sería una buena forma de morir, pero que de haberlo hecho, lo habrías hecho feliz.

Y será así como entenderás porqué nunca funcionó con nadie más. Como dejarás también de cuestionarte el porqué de toda esa gente que dijo que te quería y salió de tu vida, porque es en ese instante en el que te sonríe mientras te aparta el pelo y te besa sujetándote la mandíbula en el que lo sabes. En el que sabes que nadie más podría hacerte sentir así por mucho que lo intentara, nadie.
Y no podrás dejar de sonreírle. 






jueves, 10 de abril de 2014

je t'aime

Si te cruzas con ella, lo mejor será que evites el tema del amor, porque te empezará a hablar sobre que cada momento, cada situación o cada persona tienen un sabor distinto. Y que en todas ellas hay que buscar siempre la melodía de la vida. Esa que a muchos les suena a bullicio de calle, pero a unos pocos sabios, a caminar por no se sabe dónde, con un cielo despejado y una alegría peculiar que se deja llevar por el ritmo de cualquier acordeón callejero.
Y recalcará que no tienes que sentirte mal si en la búsqueda te pierdes y tienes que dar media vuelta y regresar, porque pocas personas son las que tienen ese edén en sus miradas y por pocas valdría la pena arriesgarse a pederlo. Pero sin duda, conocer una que sepa como bailarte las sonrisas y hacerte olvidar las sombras de ese paraíso a luces que es la vida, merece el riesgo.
Qué la vida es saber disfrutar los pequeños detalles, solo, o acompañado de alguien que entienda que ahí reside la verdadera felicidad, porque no hay nada como que se junten dos personas que entiendan del mismo tipo de alegría.

Cuando le conoció (ohhhh cuando le conoció), aquello fue una explosión de fuegos artificiales en sus ojos. Le miraba y veía en él ese no se qué, qué ella sabía que podría hacerle volver a sentir la magia de Montmartre al atardecer, con 'la vie en rose' de fondo. Porque cuando él sonreía, todo era tan parís al anochecer entre luces.

Es cierto, le conoció cuando su situación y sus besos sabían distinto. Fue el hecho de conocerle, el que la hizo querer deshacerse de ese sabor, para darle paso así al que aquellos labios varoniles la incitaban a probar. Porque ella hacia mucho las cosas sin pensarlas antes un par de veces, pero nunca degustaría dos sabores distintos a la vez. 
Incluso, estaba dispuesta a dejar de pasearse por el Moulin Rouge y aparcar toda esa  locura roja sin si quiera pedírselo él, sólo por ganarse el sentir sus brazos rodeándola en el puente parisino de passarelle des Arts, tras coronar su amor bajo un candado que permaneciera allí por toda una eternidad, de la misma forma que ella quería quererle.
Sí, él tenía ese edén en el brillo de sus ojos. El mejor, sin duda.

3'' y 15'

 Asomaba la noche sobre aquel tupido cuarto, dónde un viejo reloj de segunda mano marcaba las ocho y cuarto.
Se escuchaba el "tic-tac" a cada cierto rato, aunque desde que la vio marchar, todo le sonaba al tango de Roxanne. Y miraba a la nada en la que se convertía todo lo que tenía delante, porque lo hacía como quien mira y siente que no ve porque todo lo que hay es oscuridad.

Tenía la cura a su locura en su propia mano, en forma de un par de pastillas que se dibujaban del color en el que ahora no veía la vida.

Ya no hay quien pueda hacer del problema solución, ya no hay ganas, ya no hay. 

Desde noviembre había renunciado a las cosas bonitas que se le presentaban, porque ya había aprendido que todo lo bello tiene un lado desagradable, y que si algo no es de su agrado, siempre termina pasando lo que termina pasando, y llega el fin.

Ojalá hubiera sujetado sus pasiones con fuerza cuando aún las conservaba, ojalá él ahora sin estar suspirando en cada palpito, ojalá lo quisiera así alá, ojalá.

Vuelve a coger aire una vez más, pero esta vez para atragantarse con lo que lleva en su mano, de la misma forma en la que se le atragantaron todas esas palabras que quedaron por decir.

Y se paró el reloj a las 8:18. 
Al menos, para él.



viernes, 4 de abril de 2014

Y esto es solo una aproximación.

(voz en off)
En suma, consta de un promedio de vida de 85 años;
1.020 meses, 4.080 semanas, 28.560 días.

Visto así, no parece tanto, pero de igual forma le restamos importancia al Tiempo;
sentados, viéndole ir y venir. En camisa de tiras. En bañador. Con sombrero. Tapado hasta el cuello.

Sí, es cierto, el tiempo no se va a quedar a charlar contigo por muy interesante que te creas, pero pararte a tan solo verle marcharse no es una buena forma de aprovecharlo. Aún así, no podrás negar qué lo hacemos. No siempre, no de la misma forma ni en la misma medida, pero lo hacemos.

¿Quien no ha tenido días de no hacer nada? de despertar y pensar "ya lo haré mañana", de decir "no te preocupes porque sea lunes, ya vendrá otro viernes" y así, vemos la vida pasar, mientras se nos pasa la vida.

Sé que le das mucha importancia a los números, y que vives tan aguardando cosas, que no piensas en que el momento es ahora. Prefieres pasarte esto, que es lo único real que tienes entre tus manos, pensando en terminar el año por ver si empieza uno mejor, ignorando qué el actual podría serlo desde ya. O siendo más realistas aún, qué quizá el próximo no sea nunca próximo para ti (y quien dice año, dice día).

Y no entiendo esa manía de convertir los días en eso, números. Sí, esa clase de manía que te hace tener un almanaque dónde poner las fechas importantes (y pasarte las horas anhelando sus llegadas).

Quizá aprovecharíamos más la vida sin ellos. Quizá. Porque al final, lo único que quedan son pequeñas escenas de toda una vida, que flotan en nuestro mar de ideas sin una cronología fija.

Pero ya sabes, esto pasa porque tendemos a creernos de acero inoxidable, de cristal irrompible, eternos, indestructibles. Hasta que viene alguien a abrirte los ojos y a apagarte el corazón, y se acaba tu "interminable" historia. Así, sin más.


Yo no soy esa,

  Artist: Brett Allen Johnson Yo no soy esa. Bueno, sí sigo siendo Pero sin ser. No sé si me explico; Soy y no soy Sigo y no sigo siendo es...