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martes, 29 de julio de 2014

Falsas ilusiones.

Obra de Carmen Calvo.
Coge tu cartera y saca de ella el primer billete que palpen tus dedos. Se tratará probablemente de un papel arrugado del que dará igual si tiene poca equivalencia porque la mínima ya será suficiente para que muchos se manchen la avaricia por tenerlo, aunque este estuviera lleno de estiércol.

Obsérvalo durante unos segundos.

¿Puedes imaginar por cuántas manos habrá pasado? ¿Cuántas huellas dactilares tendrá grabado? ¿Cuántos lugares habrá recorrido? ¿De cuántas otras carteras habrá entrado y salido? ¿A cuántos bolsillos de pantalones mojados por lavadoras de personas olvidadizas habrá sobrevivido? ¿De cuántas sustancias ilegales se habrá empolvado? ¿A cuántas personas habrá comprado? más que regalos, reyes, san valentines y chocolates juntos, te lo aseguro.

Así era él, como un billete que a saber cuantas mujeres habrían rozado. Sin destino ni lugar fijo. Siempre cayendo en las adversidades. En manos sucias que lo han arrugado tanto hasta convertirlo en lo que ves. Perderse hasta quedarse perdido le ha hecho aprender mucho más de la vida, de los límites que hay hasta caer en el abismo. Lo triste es que eso sea lo mismo que por muchas monedas que le den, le haga no poder cambiar lo que ahora es.

Huye, huye de su mirada. Huye de sus brazos como de la falsa idea que nos han vendido sobre el dinero. Huye, porque es ilusionante, e ilusión.




lunes, 28 de julio de 2014

Que no es el dinero, ni el lugar, ni el tiempo, que la vida son las personas.

A veces se nos plantean oportunidades para perder la vergüenza a ser nosotros mismos. Para atrevernos a ser héroes de personas que conocemos, o que no,  pero que aunque poca, necesitan ayuda.
Hay momentos en la vida en los que por alguna razón no sabes dónde te has dejado y decides salir al mundo a buscarte acompañado de tus ganas de volver a ser tú, cuando no quieres ser otro.
Así me pasó y así lo hice, y no imaginaba que al hacerlo que encontraría tanto y tan bueno.
Personas maravillosas con unas ganas de ser feliz que se les rebosa en la sonrisa. Humildad. Ganas de dar cariño y lo que haga falta. Unas cuantas familias improvisadas.

Nunca me gustaron las despedidas por el sabor amargo que deja la duda del no saber cuando volverás a ver a esas personas a las que les dices adiós (si es que tienes la suerte de volverlo a hacer).

A pesar de que hayan habido muchas de esas últimamente y seamos conscientes de que nos echaremos de menos, serán días soleados para todos. Y lo serán no por el tiempo, ni por la temperatura, sino por todo lo bueno que nos ha dejado esa experiencia.
No por el lugar tan bonito en el que hemos estado, sino por la gente tan especial con la que lo hemos compartido. Por todo lo aprendido. Que hoy estamos aquí y mañana no se sabe, y que por ello hay que disfrutar cada segundo con una sonrisa. Que un día ya no seremos los que somos ni los que fuimos, pero sí mantendremos muchos de los recuerdos vividos y por ello debemos procurar que estos sean tan como los que se han hecho en este tiempo corto pero intenso.
Nos separamos pero lo hacemos sabiendo que una parte de cada uno se queda con nosotros.

Y es después de una experiencia así que te das cuenta que no es el dinero, ni el lugar, ni el tiempo, que la vida son las personas.

Gracias por haber hecho de esta experiencia algo tan provechoso, especial e inolvidable.

"Si no vas a hacerlo bonito, para qué."

Tuve que elegir, porque así lo quise sin quererlo.

Nos sentamos en la playa, sobre una toalla.
Le mire a los ojos, tenían esa clase de brillo que hasta entonces jamás le había visto y que nunca más le volví a ver ni a él,  ni a nadie que me mirara. Irradiaban de eso que no se suele ver. Sonreímos. 
Me acerqué hasta montarme sobre sus piernas, tal y como si fuéramos ese puzle que por mucho que se quiera, nunca termina de encajar. 
Nos acercamos más hasta hacer de la distancia, milímetros. Volvimos a sonreír y nos dimos el beso más apasionado, sincero y dulce de todos, el último. 

Y que amargo nos supo cuando todo dejó de pasarnos. Y que agrios estamos ahora después de darnos cuenta de que habíamos desperdiciado todo eso que habíamos esparcido por el mundo dejándolo tirado por cualquier lado. 
Nos quisimos como pocos se atreven a quererse, con todas sus ganas. Nos quisimos, pero cuando me despegué de la cosa más deliciosa que jamás probé, supe que seria mejor vivir el resto de mis días con la compañía de la melancolía, que con la suya. 

Y aunque dolorosa, fue mi elección no perdonarnos otro error, otra lágrima, una ilusión que probablemente hubiera terminado en otra desilusión chillada.
Sigue estando entre todos mis pensamientos, no permitiéndome ponerle ojos ciegos a la idea de que aún le quiero.
Porque de verdad le quería, le quise y le querré, pero ya sólo en recuerdos, donde los abrazos no asfixien y el cariño convertido en temor a dejar de ser no nos deje sordos.
Sí, mejor solos.




martes, 8 de julio de 2014

He vuelto a cantar.

Muchas veces le recuerdo como el que me hacía sentir música, música de la buena. De esa por la que merece la pena romperte los oídos al escucharla. Como cuando se reía a carcajada suelta y no podía elevar más la sonrisa mientras los ojos se le achinaban. Entonces sonaba como esa gran canción que ponen en la radio y te hace el día un poco mejor. 
Luego, cuando me detengo un poco más en quien era realmente y los recuerdos del verdadero camino que recorrimos, me doy cuenta de que me hacia pasar por muchos túneles oscuros. Y que al hacerlo y desviarme hacia ellos, él pasaba a ser un sonido molesto. Y ya sólo deseaba apagarle. 
Me llegué a acostumbrar a la oscuridad, olvidé que fuera estaba soleado y que no tenía porque conformarme con el gilipollas que tenía delante, y a veces, vuelvo a olvidarlo.
Y le quise, y ¿para que engañarnos? aún le quiero, y probablemente a pesar de todo siempre le guarde un tierno recuerdo, pero creo que va siendo hora de encontrarle la salida al último túnel en el que me adentró y del que aún no había querido salir. Va siendo hora de volver a encenderme las alegrías y escuchar melodías. Aunque no sea la suya. Aunque sea únicamente la de la vida. Aunque sea sólo la mía. 


lunes, 7 de julio de 2014

Un 7, 7 meses después.


El día estaba triste, oscuro, como todos esos días en los que ocurren cosas que nos hacen llover.
¿Sabes eso de que algunos seres toman casi todo lo que llega hasta ellos como señales? pues es cierto. Intentaba mirar más allá de mi ventana y pensaba que era el verano más frío de mi vida. Había neblina en alguna parte de mí, y ahora, también parecía haberla fuera. Inevitable era pensar que fuera culpa mía.

Quise cambiarlo. Quise que saliera el sol. Quise que la melodía de mis días dejara de ser "Cruel World" y que algo detuviera la explosión que parecía que estaba a punto de acontecer en esa bomba que me latía dentro, pero ya sabes, sin necesidad de romperme los cables.

Volví a visitar el sitio de olor peculiar y personas con batas al que va la gente cuando ya no sabe a quien recurrir. El hombre de letra ilegible me volvió a recibir.
En realidad iba con la idea de que me dijera que después de tantos meses, efectivamente lo que tenía era una cruenta enfermedad acompañado de un "llegas a venir más tarde y no te salvas". Por primera vez, un enfermo deseando estarlo.

Le expliqué las noches de correr quieta, de ahogarme sin agua y de mirar el reloj esperando a que el sueño me llegara.
Baje las escaleras y busque la sala de electros, cuando lo tenga, suba.
Así que bajé a dónde los hacían. Allí había una enfermera de edad "abuela" que parecía simpatica y dulce.
Me hablaba en un intento de relajarme mientras me llenaba de parches y cables. Luego sacó los resultados y ella misma se los llevó al medico.
Volvió y me dijo que todo estaba correcto. Mientras me quitaba todo lo que me había puesto, soltó un:
¿Tienes "pive"? 
Ante la incredulidad, le pedí que repitiera como quien ha escuchado mal.
Qué si tienes pive.
¿Qué hacía una anciana hablando así?
Después de esa pregunta y de responderle un "no" en tono desconcertado, me empezó a dar una charla sobre el amor. ¿Lo peor? que no era la primera vez. La otra vez que visité ese sitio por el mismo motivo, otra persona ya me había soltado una de esas.
Parecía que nunca había dejado de ser aquella cosa la que me afligía, aunque yo prefiriera creer que sí. Aunque me fuera menos triste pensar que estaba enferma y que no era un desamor. Pero todos se daban cuenta de lo que me pasaba, menos yo.
Admitir cosas así, nunca fue fácil.

jueves, 3 de julio de 2014

Summertime Sadness.

En el fondo es como si aún sintiera que le pertenezco a aquella vieja historia que no deja de atormentarme, a pesar de haberla intentado olvidar de mil maneras distintas.  
Cayó en mi vida para iluminármela como una luz. Fue pasión, fue alegría, pero de la que duele. Un rayo. 
Claro que he querido rozar otros cuerpos en este tiempo, pero al final siempre anhelando todo lo suyo, deseando su abrazo y escuchar otra vez su voz de dulce. Te lo digo con la ansiedad de echarle de menos en el pecho. Nadie sabe lo mucho que me gustaría que todo lo que pasó la ultima vez que dejamos de pasarnos, fuera sólo una pesadilla y no la realidad que hoy me quita el sueño. Y despertar y volver a tenerle a mi lado como en esos recuerdos que no se borran. Entre besos en el cuello, notando su mano una vez más recorriendo mis recovecos. Levantándome la piel, erizándome los gemidos. Nadie, nadie. 
Ni si quiera le pude decir adiós cuando desapareció, ni si quiera un último beso, ni si quiera, nada. Vacío. Como todo lo que realmente fue nuestro amorío. 
Y lo que me duele es ver que pasa el tiempo y le sigo queriendo más incluso que el primer día. Que le dije que se fuera, que yo no le esperaría, pero que aquí sigo, esperando. Porque cuando amas, cuando amas de verdad, no te rindes, y yo esperaba que él, tan valiente guerrero de batallas cuerpo a cuerpo, siguiera luchandome en una batalla, pero por los sentimientos. Y lo peor no es que no lo haya hecho, sino que a pesar de eso y durante mucho tiempo, he estado dispuesta a tener todo lo malo de  vuelta, con tal de tener también cerca lo poco pero intensamente bueno que tenía. Entre esas, mi propia ilusión.















martes, 1 de julio de 2014

Bella durmiente.

Me acariciaba las manos. "Qué frías" le escuché decir mientras las arropaba cariñosamente. Tenía unas intenciones que dejaban claro que si pudiera, se desviviría por las mías.
No era nada de lo que dijera, ni nada que escribiera, porque ni si quiera sabría convertirme en poesía. Pero si hacía de cada cosa pequeña y tonta, un motivo por el que sonreirle a la vida.
Le miraba y veía ahí la posibilidad de crear mil historias sin fin ni arrepentimientos.
Me encantaba, lo hacía, de verdad. A lo mejor fue eso lo que hizo que repentinamente cambiara la expresión de mi cara.
Quería y deseaba entregarle de mi tiempo, pero me fue inevitable empujar a las posibilidades cuando se me pusieron delante. No era yo, no era que no me gustara el amor. Era el sabor amargo del ya saber por adelantado que empezar una comedia, puede terminar en tragedia.
No me extrañó que notase lo que estaba pasando. Me dedicó una sonrisa y me sujetó eso dónde yo misma sostenía una parte de mí. Me hubiera encantado que su dedicatoria hubiera servido para apagar mis infiernos no solo durante unas pocas horas, sino durante todas las necesarias para hacer de mis demonios, cenizas barridas para siempre. Pero no pudo ser.
Me miró como si todo cuando yo lo sentía como si nada e hice eso que ya había hecho otras veces. Me marché lejos. Lejos sin mirar lo que hubiera podido ser. Lejos sin entregarle ese pedazo de mí que ya no suelto por temor a permitir que lo sujeten, se les resbale de las manos, y que la que caiga sea yo.
Cogí mis zapatos y los llevé dónde nadie pudiera hacer intento de ponérselos. Era mejor hacer eso que jugarme la vida en sus besos o vivir con la incertidumbre de no saber si poder corresponderle con la misma mirada. Si no me hacia creer en la magia, todo lo que hiciera no valdría de nada.
Cerré los ojos en un intento de recordar lo que se sentía, y temí no volver a sentirlo nunca más. Los cerré como todas esas puertas que encierran tras ellas la ilusión. Huí de los besos apasionados y de las tardes de sólo quererse, pero lo hice con la esperanza de que un día (no sé cuál), alguien me bese las dudas y despierte todas esas cosas que ahora se mantienen adormecidas en alguna parte de mí. Ahí, dónde reina el frío.


Yo no soy esa,

  Artist: Brett Allen Johnson Yo no soy esa. Bueno, sí sigo siendo Pero sin ser. No sé si me explico; Soy y no soy Sigo y no sigo siendo es...