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domingo, 19 de noviembre de 2017

Textos pendientes de revelar I: Preámbulo a la despedida.






Mi corazón está raro

como un día de lluvia y sol
como la soledad después de la fiesta
como la piel rajada que sigue aferrándose a la herida

entre el sí y el no
el quédate, me da igual, puedo esperar.
No, me haces perder el tiempo, adiós.

En el vaivén de emociones
que logro traducir
pero que me resisto a interpretar

¿por qué siempre elegiré
aguantar un poco más?

esperanza

maldita seas entre todas las palabras
la nada que agarra
el ser que se encarcela

y está es mi prisión, mi condena, yo
yo misma.

Pero un día ya habrán pasado suficientes,
llegarás 5 horas tarde, -como siempre-
y ya no estaré ahí
aguardando a ser testigo de tu/.../
de mi 
última vez
faltándome. 


Cualquier día,  durante el transcurso 
del mes de septiembre.
Song: It's hard to get around the wind - Alex Turner.

domingo, 22 de octubre de 2017

[Desde el interior de un sueño en el que no se respira]


What we built is bigger 
than the sum of two 
but somewhere 
I lost count of my own 
and somehow 
I must find it alone. 
Kings of Convenience , 24-25.

Obra por Henrietta Harris.

En el espacio vacío que antes llenó tu presencia,
quedo yo, quedan los resto de mí.
Las lágrimas bañan los alrededores. Pronto estarán inundados, y yo seguiré dentro.
¿Qué haré con las ganas de quererte que no solté?
Me ahogo.
Y sé que este mar revuelto de dudas no le pertenece a nadie más
que a mi ser. Que mantenerlo, expandirlo y naufragar los intentos de
quienes tratan de salvarme, es mea culpa.
Insistir en revivir lo que queda a la deriva, es matarlo. Aunque me parta un rayo y
se me claven mil cuchillos y me escueza en el fondo del pecho,
desisto.
A ti te quiero vivo, para ti. Lejos del ser -a medias- que aún siento que soy. Lejos
del centro de mi Maëlstrom.
Para todo aquello que se mantendrá distante pero también intacto, limpio, puro,
posible de ser soñado en un sueño en el que no se respira.


Dreams burn
But in ashes are gold.





viernes, 15 de septiembre de 2017

Lo que nunca te conté.


Se siente como si una puñalada en el pecho acompañara a todas partes. 
La mayoría de las noches se clava tan profundo que apenas logro dormir. Serpentea hasta mi cuello, lo asfixia. 

Una y otra y otra -y otra- y tantas vueltas de un lado al otro de la cama, el peso de las horas bajo mis 
ojos, miles de pensamientos disparándome. Vuelve aquel ronroneándome: ¡Ojalá que explote esta vez! ¡Ojalá que lo haga!

Pero nunca lo hace, y una empieza a no encontrar razones para el tictac desesperante 
y a perder la paciencia. 
Y es así; la tetera de mi cuerpo está apunto, hierven los miedos, y el dichoso sonido no cesa.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

El miedo, miedo, miedo. -RETORNO-





  1. 1.
    Sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario.
  2. 2.
    Sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea.
    "Nunca decía nada, por miedo a meter la pata"



Drawing by Sophie Rambert.
 No sé cuando empezó, si es que empezó alguna vez /o siempre estuvo ahí/. 
Comprendo que existe y está pasando, porque -lo siento- dentro 
como una muralla. 
A un lado de esta estoy yo, exhausta por tratar de derribarla con la poca energía y escasa masa de mi cuerpo. 
Al otro lado desconozco lo que habrá. /Pero/ sé que lo que me tapa las vistas, es el miedo. 
Más grande, más fuerte. 
Aquí las lágrimas no existen, porque no se habla de ellas /no se quiere hablar de ellas/, pero cada gota que no libero se clava en una parte del alma que a veces olvido que tengo. La desangra.

No quiero seguir a un lado, asustada. No quiero callar ni un río más.

No voy a seguir a un lado, asustada. No voy a callar ni un río más.

lunes, 19 de junio de 2017

Escrito en la deriva. -abril-

Imagen de Duane Michals

Esta tormenta fúnebre que se identifica hasta con el trueno de mis pesares,
y su mar que no cesa como mi pena cayendo por el desagüe de lo que ni la merece.
Pues ya ni son, ni serán, más que pesadillas en mi cabeza.

No hay rincón externo ni interno por el que el frío no me absorba.
La única luz que alcanzo a ver, es la que me parte.

Noches en las que retumban mis pensamientos, y me chillan acorralándome:
¿acabará pronto? ¿acabará ya? ¿acabará?

Y no deja de llover, y muero congelada. Y los días siguen pasando,
y no para.

miércoles, 12 de abril de 2017

Razones para viajar. -A pocas horas de partir.-



Artwork by Tibor Nagy.



Hay un tipo de suceso nimio en apariencia pero maravilloso en esencia que se da de cuando en cuando -lo más probable es que este ocurriendo en este mismo instante en miles de lugares-. Acontece, sobre todo, en estaciones de tren, de autobuses, aeropuertos, o ciudades que no se han pisado antes. Para que se de, hacen falta dos viajeros solitarios. Estos no tienen porque ser de la misma edad, ni del mismo sexo, ni ser camaradas. Basta con que estén en el mismo espacio-tiempo. Tampoco importa la razón que los haya llevado hasta allí. Lo crucial es su repentino encuentro. Suele darse cuando uno y uno suman dos para ayudarse en el camino. De repente, en busca de la puerta de salida correcta, en el cargar las pesadas maletas, en el mirar el mapa, poner caras extrañas y desconocer las rutas. Ahí, aparece uno, u el otro, y se forma el equipo.

Recuerdo dos de esas veces. Una en una estación de tren y otra en un aeropuerto. De la primera, recuerdo, sobre todo, el momento en el que tras haber conseguido encontrar la salida correspondiente y echarse a andar, de pronto, a medio camino, se gira, me busca, y alzando amigablemente su palma se despide para siempre.

Artwork by Alexey Kondakov (Napoli-Project)
En la otra ocasión, andaba falta de manos para tanto equipaje. Sudaba en exceso por el peso de las maletas. Algunos aparecieron de la nada y me ayudaron a bajar las cosas y luego a subirlas para posteriormente desaparecer entre la fugacidad de las callejuelas del metro.
Una vez en el aeropuerto, apareció /o aparecí/, /o aparecimos/. Le guié hasta el control y una vez allí me ofreció su ayuda con todos los trastos. Luego, cuando acabó ese caos frenético de quitarse cosas, colocar otras y descalzarse -y volver a calzarse-, acordamos continuar como equipo el resto del trayecto. Hicimos tiempo hablando, tanto que al final el tiempo nos hizo a nosotros y casi perdimos su noción. Al llegar a nuestro destino se despidió con un abrazo. 

Y por esos pequeños detalles, por esas personas que están en esos lugares y que aparecen de la nada para aportar granitos de arena. Por eso, por eso dan ganas.









jueves, 2 de marzo de 2017

Decisiones en las que se está, y a las que ya luego no se vuelve.

Egon Schiele

Ha vuelto a pasar. Ya sabes, eso que no me termino de creer pero que el universo se empeña en recordarme, probablemente porque en el fondo lo ansíe con todas mis ganas. Aunque no sea capaz de exteriorizarlo, chillarlo, y admitirlo -ni lo que es peor aún: de admitírmelo a mí misma- sin que el miedo me frene a medio camino.

Lo sé, lo sé, no debería estar preocupada, sino pletórica, pero no sale así de las entrañas de lo profundo que hay ahí dentro de lo que soy.


¿Por qué? ¿Por qué?¿Por qué? Quiero pensar que -ahora- piensas y te cuestionas.


Pasa que soy consciente de lo que podría suponer esa bendición /o creo serlo/, que también es maldición según desde la actitud que se la mire. Y ahí radica el quid de todo esto que te digo. Sé que es ahora o nunca, y que voy por el camino del ahora, pero es largo, se aproxima tormenta e iré descalza y no se sabe hasta dónde me llevaré, ni como llegaré, si llego.

Eso me encanta. Ya te habrás dado cuenta, las situaciones que no son medias llenas o medio vacías, sino que rebosan de lo cotidiano, me apasionan. Aunque ello implique vivir experiencias que lo tiñan absolutamente todo de negro por un tiempo, pero de ahí también surge la oportunidad de reinventarse en algo mejor, aprendiendo de los fallos. Pero es inevitable /o al menos, comprensible/, ¿no crees? El sentir el miedo de todo lo que pueda suponer algo así. Son decisiones, decisiones que pueden cambiar el rumbo por completo. Decisiones en las que se está, y a las que ya luego no se vuelve.

¿Empiezas a ver el maravilloso acantilado que yo veo? Me pregunto  si lograré sacar el coraje necesario para saltarlo y seguir, y volver a saltarlo y volver a seguir, y seguir, seguir, seguir...

¿Te lo preguntas tú también?

miércoles, 8 de febrero de 2017

...y no naufragar?

No Going Back - Lesley Oldaker

¿Puede uno olvidarse de quién es mientras está siendo?
De camino al trabajo. Al hablar y sonreír, y al caminar.  Y luego, al tomar una cerveza en el bar de siempre, y mientras se continua hablando y sonriendo.
En casa, frente al ordenador. Viendo vídeos, viendo imágenes, recibiendo cuantísima información.
¿Puede uno sumergirse tanto en lo de fuera que lo de dentro quede naufragado?
Por escuchar el atasco, la tiza que grita, el youtuber de turno.
¿Puede uno olvidarse de sí mismo mientras está haciendo camino?
Confundir el rechazo al capitalismo y al profundo narcisismo que lo acompaña, con el quererse y darse, y permitirse. Y en consecuencia, no quererse, no darse, no permitirse.
¿Puede uno despertar de su época sin ser aplastado por ella?
¿Puede uno sobrevivir a sí mismo?
Y salir, salir, salir
del caos frenético, la psicosis, el derroche.
de un cuerpo que ha crecido sin saber cultivar/se/.

¿Puede uno escuchar su voz entre estrepitoso bullicio?
Distinguir lo que entre tanta basura, es melodía. Y no pisar en el acantilado de  distracciones vacías que rodean el islote de cada cuál. Y que invitan a caer en este mar revuelto de novedad trivial.

¿Puede uno ser barco en la tempestad...

El tiempo lo dirá.

domingo, 22 de enero de 2017

-Desbordamientos-

Obra por Javier Garcerá,

Si realmente queremos ir a algún lugar, es importante que nos perdamos. 
Pues ello habla del olvidarse del miedo que limita, impide, obstaculiza, y de aventurarse a ir, aunque no se sepa a dónde.
Eso, quizá, se vaya resolviendo por el camino.
Rectifico: solo se puede saber durante el camino, y perderse es señal de querer encontrar el adecuado. De no temer el equivoco; dar la vuelta por otro lado y seguir en la búsqueda. En nuestra búsqueda, en la de uno mismo.
Claro que, no es fácil. Allá dónde vayamos, habrá un río que llore dentro, un mar revuelto, y la esperanza de que a cada paso, desaparezca un poco más el desasosiego. Y aparezca, brillante y pura, la calma.  

lunes, 16 de enero de 2017

Conoces esa sensación...

-Si alguien reconoce al autor,
que me lo haga saber.-
Esa sensación de tener encarceladas miles de palabras, momentos y emociones. De querer liberarlas a todas a la vez, y que por ello se agolpen y empujen, y al final no quepan en la boca, ni en las manos, y que lo único que salga sea no hacer ni decir nada.
Será culpa del no saber por dónde empezar. Del no querer saberlo. De la prisa por llegar a ninguna parte que uno mismo se impone, y que no deja tiempo para organizarse las ideas. Del miedo a hablar -diciendo-. O de la manía de taparse los sentidos para no verse, ni oírse, ni saberse juzgado.
Ya sabemos que escribir es pensar, tomar asiento y comenzar un dialogo interior con quien se es realmente. Invitar a que pasen y nos hablen las heridas que conservamos casi por placer. Y esas otras que, pese a desearlo, se nos resisten a cicatrizar. Pero pasa que a veces no queremos escucharlas, ni escucharnos, ni conocernos. Nada que implique vernos de manera tan nítida.
Huimos, en cierta medida de lo que somos. Lo hacemos al tener la necesidad constante de distraernos en lo que sea, y al tomar la facilidad de poder hacerlo al instante, ya sea ocupando la mente al encender la televisión, el ordenador, el móvil, el "amor"...
Sí, lo que hay ahí adentro podría parecernos horrible a la luz. Podría incluso serlo realmente. Pero, ¿no es acaso más horrendo el no darse la oportunidad de descubrirse?

Volveré a empezar.







martes, 10 de enero de 2017

VACIAR EL EQUIPAJE.

Llenamos las maletas de ilusión
y nos fuimos con el propósito de conquistar la felicidad.

Pero al llegar a ninguna parte no nos atrevimos a abrirlas,
ni a vaciarlas, por temor a no recibir nada de vuelta.

El peso del equipaje se multiplicó por dos,
cargamos con las inseguridades a cuestas.

Volvimos como si nunca nos hubiéramos ido.


Pensamos en tirar las maletas y no volver a salir nunca más.
Sin embargo, deshacernos de las maletas
era deshacernos de nuestra propia casa.

El equipaje empezó a ser más y más.
Llegaban cajas de no sé sabe dónde
-o quizá siempre estuvieron ahí.-
Se acumulaban en el salón, el dormitorio,
y otras habitaciones todavía más diminutas que estos.


Acorralados y ya exhaustos por el trabajo de amontonarlas
durante semanas y semanas, y años,
nos atrevimos, al fin, a desempaquetar y abrir.

Aquello era un enjambre de emociones, un viaje
en el que los miedos y silencios eran los que salían
y se hacían pequeños.
Y nosotros, por el contrario, sentíamos cómo con su partida
nos hacíamos más grandes.

Yo no soy esa,

  Artist: Brett Allen Johnson Yo no soy esa. Bueno, sí sigo siendo Pero sin ser. No sé si me explico; Soy y no soy Sigo y no sigo siendo es...