Se siente como si una puñalada en el pecho acompañara a todas partes.
La mayoría de las noches se clava tan profundo que apenas logro dormir. Serpentea hasta mi cuello, lo asfixia.
Una y otra y otra -y otra- y tantas vueltas de un lado al otro de la cama, el peso de las horas bajo mis
ojos, miles de pensamientos disparándome. Vuelve aquel ronroneándome: ¡Ojalá que explote esta vez! ¡Ojalá que lo haga!
Pero nunca lo hace, y una empieza a no encontrar razones para el tictac desesperante
y a perder la paciencia.
Y es así; la tetera de mi cuerpo está apunto, hierven los miedos, y el dichoso sonido no cesa.
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